Después de meses de sesiones de terapia diligente, mi paciente y yo finalmente habíamos llegado a un gran avance.El intenso trabajo emocional había forjado un vínculo irrompible entre nosotros, una conexión que trascendió a la profesional.Era una progresión natural, un testimonio de la exploración profunda e íntima en la que nos habíamos estado involucrando.A medida que los muros se desmoronaban, nos encontramos sucumbiendo a nuestras urgencias primarias.La oficina, una vez un santuario de profesionalismo, se transformó en un parque infantil de deseos carnales.La silla, una vez símbolo de autoridad, se convirtió en escenario de nuestros momentos más íntimos.Los sonidos de nuestro encuentro apasionado resonaron a través de los pasillos vacíos, un testimonio a nuestra sed insaciable.Nuestros cuerpos se entrelazaron, perdidos en el garganto de la pasión, encontramos consuelo en los brazos de cada uno.Terminó la sesión, pero los recuerdos se demoran, un testimonio para nuestro acuerdo tácito.Ambos sabíamos que lo que pasaba en la oficina, permaneció en la oficina.